Tras el año más exitoso de Alcolyrikoz, tanto comercial como musicalmente, El Arkeólogo pulió, mezcló y finalizó su primer álbum instrumental: Indiana Jones. Es un universo que parte de Aranjuez, su barrio, y se despliega a lo largo de la salsa, las baladas y los boleros, para dar brillo a su madurez y su profundo arraigo familiar, señalando la violencia, la escasez y la alegría que recorre las calles.
Era un estreno que se esperaba. El Arkeólogo ha tallado su nombre en canciones de La Etnnia, N. Hardem, No Rules Clan, Kase.O y Tote King, por mencionar algunos de los grandes exponentes del rap colombiano y español. Y es una tarea que se le facilita aún más que hacer canciones. “La diferencia es total; yo puedo hacer beats cuando quiera, a la hora que quiera”, confiesa El Arkeólogo. “A veces a las canciones les doy muchas vueltas, me enamoro de ciertas cosas… pero aburrido, feliz y hasta con pereza hago beats. Se me da”. Era su momento, junto a su consola y los samples en loop que lo acompañan en las madrugadas. Y la vara era alta, pues hablamos del beatmaker más reconocido del país.

El LP nos da la bienvenida atravesando un túnel llamado Neolítico, que presenta al Arkeólogo como un “buscador de antigüedades raras” con un diálogo de la película Indiana Jones y los Cazadores del Arca Perdida. Y eso es el productor paisa en esencia: un escarbador de vinilos, que pica, corta, distorsiona y confecciona joyas que musicalizan su mensaje. Antes de conocer las calles de Aranjuez, El Arkeólogo ameniza la introducción con un arpa, una salsa que nació de una composición de Charles Aznavour y un R&B liderado por Lianna. “No pararé aunque se apague mi voz”, canta.
Luego, Folclor de mi barrio nos ubica en su casa. Suena Solitario de Raphy Leavitt y La Selecta a la lejanía, como en una sala, justo antes de fusionarlo con un coro melancólico y el sonido de unos balazos y el griterío callejero. Juan Tierra nos transporta a una fonda, con copa en mano, al son de un trío de guitarras y un poema que celebra al pueblo antioqueño. Empezamos a conocer su contexto, rodeado de tornamesas, crímenes y lazos familiares. “Me gusta que la música sean imágenes, que la gente escuchando pueda sentir que está en una película y el resto del viaje es la imaginación”, señala sobre la sensación que busca con sus instrumentales.
El trayecto continúa con tres temas (imaginables solo a blanco y negro) que mezclan el soul, el blues y el bolero: La oficina, Ella baila sola y Lo mismo que tú, moviéndose entre bajos pesados y pianos juguetones. Crea nuevas melodías con la deconstrucción de frases como “If you gotta make a fool of somebody” de James Ray, al igual que con Lo mismo que tú y Acordáte de olvidarme de Leonardo Favio; una demostración más de sus skills. Tras sus guiños a la radio en Fonnegra (con un par de fragmentos de locución de las emisoras Latino Estéreo y Bésame), El Arkeólogo crea una base en Toro a la que fácilmente se podría montar una voz de amplio rango, como la de José José, Nino Bravo o Elio Roca, decorada con violines dramáticos y coros femeninos.

Esa afinidad con la música para planchar está impregnada como una marca registrada en las obras de El Arkeólogo. Aunque sus primeras influencias fueron productores anglo (y legendarios) como J. Dilla y DJ Premier, también se ha encontrado con estilos más afines a nuestra cultura. “Eso lo aprendí de Beatnuts. Son dos, uno colombiano y otro dominicano, que trabajaron con Big Pun y otros raperos muy tesos de allá. Son los que lograron hacer ese sonido con música pa planchar y sonidos más latinos, que sonaran muy a rap. Ellos me dieron esas bases”, confiesa.
Fiel a una práctica paciente y metódica, dejó lo mejor para el final. Después de los dos temas más boom bap y callejeros del álbum, 1995 (Tributo a la Etnnia) y Fania ill Stars con Fa-Zeta (con un aparte de Mujer divina de Joe Cuba), El Arkeólogo deja “el fósil”, toma el mic y se transforma en el Gambeta más confesional que hemos escuchado para Buenos días Vietnam, una suma de planos violentos y desgarradores. Sobre una base drumless y una instrumental que suena a mafia siciliana, Gambeta nos pinta las calles que vivió en su infancia (“desde niños hemos visto más chulos que un asesino en serie con dos funerarias”), y se nota el dolor en su interpretación, incluso en los versos (“escribo esta letra con la izquierda, pa que ni siquiera yo la entienda”). Y una vez más, el rapero manifiesta su eterno amor por la familia con frases tiernas y simples: “Ojalá fueran eternas las abuelas” o “No hay hijo malo pa una buena mama”. Es más un testimonio que un rapeo, que ocurre en un día, antes de su despedida con Hello Vietnam de Johnny Wright, uno de los temas insignia de la película Full Metal Jacket. “Es un dialogo conmigo”, dice el ninja. “Como es mi primer álbum como El Arkeólogo, quería que tuviera mucho de las cosas a las que yo me debo”, y ahí está casi todo, aunque se encuentre cifrado en un código fascinante y misterioso.
El productor paisa prefirió concluir el LP con un Final alternativo, una vibra alegre, de goce y optimismo, con un extracto de The Smiling Hour de Sarah Vaughan y el clásico sonido brasileño de la cuica en el fondo. Su facilidad para adaptar boleros y salsas y convertirlos en rap sirve como lección magistral para quienes siguen buscando samples entre boom baps y ego trips de Nueva York y Atlanta. En esos géneros latinos palpitan nuestras raíces, que deberían seguir vivas en los sonidos contemporáneos. Elevarlas con orgullo y tratarlas con sumo cuidado es el único requisito, y el Arkeólogo es uno de los pocos que lo ha logrado.

Cinco álbumes instrumentales recomendados por El Arkeólogo:
- Trouvaille de Freddie Joachim
- Zion II de 9th Wonder
- A Musical Massacre de The Beatnuts
- Hud Dreems de Knxwledge
- Clouds de Apollo Brown